El cardenal, con su orden despiadada, parecía pronunciar las palabras con que Creonte quiso dejar insepulto al hermano de Antígona: "Nunca el enemigo, ni después de muerto, es amigo". Y mi tío, el hermano de mi papá, parecía decir las palabras de Antígona, la hermana de Polínices: "No he nacido para compartir odio, sino amor".